Trastornos de Personalidad

La personalidad se define actualmente como un patrón complejo de características psicológicas profundamente arraigadas, que en su mayor parte son inconscientes y difíciles de cambiar, y se expresan automáticamente en casi todas las áreas de funcionamiento del individuo.

La personalidad es el resultado de una historia única de transacciones entre determinantes biológicos (el temperamento, la constitución genética), contextuales (vida intrauterina, crianza, cultura, situación socioeconómica, etc), y el aprendizaje resultante.

Cada uno de nosotros tiene un tipo de personalidad único e irrepetible, que se ha formado como resultado de construir nuestro propio autoconcepto, dar significado al mundo, relacionarnos con los demás, actuar, enfrentarnos a problemas planteados por el entorno.

La construcción de la personalidad se va a ver modelada por el entorno que nos rodea, la familia y el ambiente social desde el nacimiento y a lo largo de toda la vida, considerándose la infancia el periodo sensible en el que se forman los rasgos más característicos de la personalidad para posteriormente en la adolescencia y la edad adulta ir consolidándose en un tipo de personalidad concreto.

Por lo tanto, los rasgos de personalidad van a definir el patrón individual de percibir, sentir, pensar, afrontar y comportarse de un individuo.

Se considera que existe un trastorno de personalidad (TP) cuando la vida social e interna de una persona presenta diversas disfunciones y provoca malestar significativo en muchas áreas de su vida durante un largo periodo de tiempo. La calidad de vida de una persona con TP se ve mermada considerablemente.

En un TP estos “rasgos” deben de ser intensos, inflexibles y de larga duración (años), producir un malestar y sufrimiento en la vida de las personas que los poseen (y/o en algunos casos, en las de las personas que les rodean).

Un TP podría definirse como un modo de ser y comportarse de forma omnipresente, no relacionado con una situación concreta, inflexible y rígido que hace al individuo vulnerable a los cambios, dificulta la adquisición de nuevas habilidades y que no se ajusta al contexto socio cultural. Suele ser egosintónico, es decir, que no se vivencia desagradablemente, salvo en situaciones de crisis. La conciencia de enfermedad es escasa, limitando la asistencia terapéutica y complicando las relaciones interpersonales.

Un TP va a tener impacto en la mayor parte de las esferas de la vida de una persona: en el instituto/universidad, en las relaciones con familia y compañeros, en el trabajo y en su funcionamiento cognitivo y emocional. Se refleja en el sentido de sí mismo (autoconcepto inadecuado) y de los otros y en su relación con el mundo en general.

La “forma de ser” limita las posibilidades de desarrollo de la persona y su manera de relacionarse con los demás.

Los TP tienen una alta comorbilidad con otras problemáticas como las adicciones, los trastornos disociativos, de la alimentación, trauma temprano, etc.

El origen de los TP no es siempre traumático, pero cabe mencionar la prevalencia existente de trauma complejo en diversos TP. Los estudios han encontrado una mayor relación entre trauma temprano y grave, trastornos de apego, disociación y trastorno límite de la personalidad.

Todas las personas con una personalidad funcional (“normal”) poseen rasgos de los distintos trastornos de personalidad, y no por ello tienen un TP. Es una cuestión de grado: cuanto más acentuados y rígidos sean estos rasgos, más problemas internos y externos va a causar la personalidad.

El término trastorno de personalidad arrastra connotaciones peyorativas por parte de algunos profesionales y de la sociedad. Durante mucho tiempo se ha asociado a conductas psicopáticas o a enfermos psiquiátricos graves. Actualmente la práctica clínica y los diferentes estudios nos muestran que los TP son más comunes de lo que creíamos y están detrás de muchos problemas psicológicos que antes se consideraban de forma aislada. Eliminar la visión negativa sobre los TP nos ayudará a comprender mejor la singularidad de la persona que requiere ayuda y planificar de forma adecuada nuestra intervención de forma que se adapte a las características individuales de cada caso. Intervenir en el contexto familiar y de pareja, tener en cuenta la posibilidad de tratamiento farmacológico y  todos los elementos que se relacionan e interactúan entre sí es de obligada consideración en el abordaje de los TP.

 

“No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa.” José Ortega y Gasset